Archivos para julio, 2015

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Ella es Marisa. Vive en Manantiales, un paraje muy pequeño en medio del Impenetrable chaqueño. Con una mano capaz de manufacturar un locro inolvidable y una calidez indescriptible a flor de piel abrió las puertas de su casa, su familia y su vida por un ratito. Con sus hijxs caminamos el monte, conocimos la laguna, jugamos al fútbol y nos reímos fuerte.
En un partido 4 contra 4 los mocosos me dejaron patear el penal definitivo. A diferencia de Higuain la noche anterior, la puse suave al palo izquierdo con el mini arquero de unos 10 años volando para el otro lado. Con mis 3 compañeritos gritamos, nos abrazamos y dimos una pseudo vuelta olímpica incompleta entre chivos y cerdos.
Cuando los festejos cesaron, Lucio me invitó a sentarme un arbol que había crecido de costado, apoyandose sobre el piso y me dijo «acá es donde descansamos después de los partidos».
Me tiré un rato, hablamos del partido contra Chile, de las finales perdidas, de Di María y mucho más. Por un rato fui un niño más.
Minutos después estaban listos para otro partido, pero al verla a Marisa amasando una vez más me acerqué a una ronda de mate que recién comenzaba.
Mientras jugábamos, Marisa había hecho unas empanadillas de zapallo deliciosas. Charlamos bajo el alero que nos había protegido del sol un rato antes mientras disfrutabamos un chivito hecho por la mano maestra de su marido en el horno de barro.
No fue fácil llegar hasta ahí. A Manantiales se llega tras unos 100km de tierra. No será sencillo irse. Todo se mezcla. Sabores, sensaciones, sonrisas, palabras y emociones. Más difícil aún será no intentar volver.
Y yo que todavía ni me había ido, y ya pensaba en regresar para abrazarme con Marisa una vez más.
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Regreso del Impenetrable chaqueño

Publicado: 7 julio, 2015 en Fotos, viajes

Es muy difícil mostrar o contar todo lo vivido en estos días en el Impenetrable chaqueño. En la zona conocida como el interfluvio habitan cientos de familias criollas en su cotidianidad rodeada de monte. Algo tan simple como una pequeña lluvia puede cerrar los pocos caminos que los conectan con todo lo que para uno es moneda corriente.
El Espinillo, el Mojo, Manantiales, el Palmar son algunos de los lugares que nos recibieron.
Con las necesidades reducidas al mínimo, la alegría vive a flor de piel. Un fuego siempre ardiendo en cada casa de adobe con una pava al costado lista para invitar unos mates resumen por el momento lo experimentado.
Todo el resto aún da vueltas en mi interior. Está ahí, esperando a ser entendido, interpretado. Emociones enormes. Conmovido y movilizado, mi regreso a Buenos Aires amenaza con aumentar el contraste con formas de vivir tan distintas, tan propias de cada persona que las habita.
Por el momento aún resuena todo el cariño que recibí al intentar meterme, al menos asomarme, a la vida de estas personas que hacen del monte un hogar hermoso.