Archivos para marzo, 2013

Sala Alberdi

La policía Metropolitana avanza.
Cubierto por una fila de escuderos, el líder de grupo reparte órdenes:
– ‘Avancen’, ‘Quietos’, ‘Formación’.
Gritos que se escuchan en medio del estruendo de las escopetas. Las pistolas de paintball se asoman constantemente de la masa represora en busca de un blanco.
– Ahora vamos a hacer ruido, que nos escuchen llegar – grita una vez más en una arenga que convierte los pasos de las botas en golpes sobre el asfalto de la Avenida Corrientes.
Los chicos (sí, chicos) retroceden. Se alejan hacía el obelisco ante el arrollador paso del BRI (Brigada de Respuesta Inmediata de la Policía Metropolitana).

En medio del caos no puedo evitar pensar que quizás una respuesta pacífica ante tanta locura, sería un buen camino. Sin embargo la falta de organización y lo desproporcionado del accionar policial, juegan una mala pasada. Como si la realidad me contestara en tiempo real veo venir un pibe en bicicleta. Se ve ajeno a la situación. Me hace acordar al tipo que en las películas de zombies que se despierta en un escenario apocalíptico y tarda en entender lo que pasa a su alrededor. Lo miro. Se acerca cada vez más. Siento la necesidad de advertirle, pero no hay manera desde el rincón del edificio en que me resguardo de las balas, las piedras y los gases.
El pibe llega hasta la línea de policías que marcha implacable. Pasa a unos metros y parece que saldrá indemne. Pero no. Uno de los policías se desprende de la formación y lo persigue. Con saña, con la misma saña del que minutos antes corría a un pibe de unos 17 años al grito de:
– Atrapen a ese sucio.
Sucio, lo que se dice sucio, me pareció el instante en el que ese policía le tiraba gas pimienta en la cara al pibe de la bicicleta.
El pibe cae. Miro desde mi escondite su cara enrojecida, la bicicleta tirada, el tacho prendido fuego.
Ya es noche cerrada. La mayoría de la gente duerme.
Pero los pibes de la Sala Alberdi no. La Policía Metropolitana tampoco.
Hay mucho en juego.
De un lado, la cultura. Del otro la represión.

Texto: Gonzalo Pardo

Foto: M.A.f.I.A.

Sala Alberdi

Llego a mi casa entrada la madrugada.
Fuimos con M.A.f.I.A. a cubrir el desalojo de la Sala Alberdi. Nos llamaron porque había un despliegue fenomenal de la Policía Metropolitana.

Los chicos que acampaban en la entrada levantaron la medida por 48 horas para favorecer el diálogo con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En una actitud artera, el gobierno faltó a su compromiso y cerró la reja que separa la plaza seca de la vereda, dejando a algunos de los chicos del lado de adentro, encerrados.

Otros se concentraron ahí mismo, en la calle, advirtiendo que el Gobierno estaba faltando a su compromiso de negociar con Hernán Lombardi, el ministro de Cultura.

Yo ví a los mismos policías iniciar un incendio que desembocó en la primera «reacción»: una manguera, mucha agua dirigida a pibes armados CON NARICES DE PAYASO!!!

Después de eso vinieron los gases y las balas de pintura para marcar a los que tomaban el lugar. A los pocos minutos empezaron a sonar balazos. Ahora, hay confirmados dos heridos con balas de plomo. Uno en el Hospital Argerich, el otro en el Durand.

Es doloroso verlos reprimir de noche, dejando a oscuras el edificio a placer, armando una emboscada desleal, indigna de un político que se precie.

Es una falta de respeto la manipulación de los medios que cuentan una historia muy diferente de la que vivimos los que estábamos ahí. Sabemos que la glándula de la ética la tienen atrofiada y esto no hizo menos que confirmarlo una vez más.

Mienten: no hubo enfrentamiento. Hubo una represión brutal.

Los ministros Hernán Lombardi y Guillermo Montenegro le niegan entrevistas a todos los medios que no sean TN.

La policía nos corrió dos, cinco, ocho cuadras… pero no se conformó con eso: un efectivo disparando un cartucho de gas lacrimógeno a la cara de un pibe que iba en bicicleta volteándolo en un charco de sangre no es menos que un acto de sadismo. Lo ví con mis propios ojos.

Pibes con un promedio de 25 años que reclaman el uso de un teatro, el acceso a la cultura popular, el desarrollo de actividades comunitarias.

Políticos que defienden con balas el uso de esa estructura para la realización de actividades privadas: los mismos políticos que alquilaron el Teatro San Martín para festejar el cumpleaños de un empresario.

Cultura versus balas.
Así NUNCA va a estar bueno Buenos Aires.

Texto: Nadia Lihuel
Foto: M.A.f.I.A.